lunes, 15 de mayo de 2006

La mona vestida de seda


Odio a las personas si tacto, no me gustan. No me gusta no ser correspondida en ese aspecto. Me siento estúpida, la verdad, no sé; tú ahí con tu cuidado para no molestar, intentar que nadie se sienta incómodo o mal o lo que sea y luego a la que te despistas, toma. No sé, creo que hay muchísima gente desagradecida en este mundo, que por puro egocentrismo ni siquiera se dan cuenta que hasta ahora has estado haciendo algo por ellos (aunque sea un algo pequeño). Pero se acabó, me callo muchísimas cosas a lo largo de mi vida que me gustaría decir, porque las pienso o simplemtente porque creo que podrían ayudar a algo, pero no las comento porque, a la vez, pienso que sentarán mal (por el rollo de la intromisión y todo eso), pero ya está, no me da la gana callarme más. Igual que no me da la gana dejar de expresar mis sentimientos, pensamientos, lo que apetezca, delante de personas que (según yo) podrían sentirse mal por lo que digo.
A ver, no voy a abandonar mi tacto porque forma parte de mi, pero no me voy a callar nada sólo porque no quiera que ciertas personas se sientan mal, sobretodo si ellas ignoran totalmente mi persona.

Creo que hay aspectos de la personalidad de las mujeres, dejando de lado su condición sexual, que deberían implantarnos al nacer: el tacto (también para los hombres, por supuesto) y la feminidad (también para los que la quieran, claro). Son aspectos básicos a tener muy en cuenta.

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