viernes, 3 de agosto de 2007


La muerte se presenta ante nosotros todos los días, de distintas maneras, formas y situaciones. A veces se viste de mujer, otras de animal. Algunas veces se nos planta delante tal como la pintan en los libros y películas. Es de una diversidad que nuestra muy restringida mente no es capaz de asimilar.
Hoy se me ha presentado a mi. Y lo ha hecho en forma de celo. Si, de celo. Un celo gigante y largo.
Un celo que se ha pegado en la rueda de mi bici y ha ido poco a poco enrollándose en la cadena, poco a poco, lentamente trazando el plan de mi final... Hasta que de pronto, ha visto el momento perfecto, el instante adecuado: la calle Indústria, delante de un autobús.
Ahí es donde la muerte ha decidido actuar.
Así que, mientras avanzaba sobre mis ruedas camino del párking, el celo y la cadena han dejado de girar.
Consecuencia: Mi bici no me responde, el autobús me pita, y yo veo la muerte al girarme.

Por lo visto no debía ser mi momento, porque he conseguido quitarme del medio y llegar al párking sana y salva, con las manos llenas de grasa y una mala leche increíble.

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