Sant Jordi.
Felicidades a todas las Georginas, Jordis, y demás.
Felicidades a mi Georgina, que tiene el día más bonito para celebrar su santo.
Felicidades a todas las Georginas, Jordis, y demás.
Felicidades a mi Georgina, que tiene el día más bonito para celebrar su santo.
Había una vez un monstruo que vivía en un lago al lado de una pequeña ciudad. Su presencia tenía atemorizada a toda la población y su aliento llegaba hasta el interior del recinto amurallado.
Para evitar su ira y no tentar su ferocidad, los ciudadanos tenían que llevarle cada día dos ovejas. Pero las ovejas se acabaron y el cruel animal amenazaba con atacar y arrasar toda la población.
Por eso el rey decidió que se le iban a entregar personas.
Mandó que todos los padres diesen a sus hijos, uno por uno, a la fiera, siguiendo un sistema de azar; pero un día, por este sistema, le tocó a la hija del rey.
Este, lleno de pesar, dijo al pueblo que repartiría todos sus bienes si la princesa era dispensada de su muerte segura.
El pueblo no lo quiso, incluso amenazaron con quemar el palacio real, por eso aceptó y libró a su hija a la bestia.
Cuando la princesa ya había hecho gran parte del camino sola, pasó por allí un caballero sobre un gran corcel blanco. Este, viendo a la doncella desconsolada le preguntó qué le pasaba. Ella se lo explicó y, cuando se percató de que el dragón se acercaba hacia donde estaban, el caballero tomó la lanza y se enfrentó con la cruel fiera.
Sant Jordi, que era el caballero, hirió gravemente la bestia, la ató con el ceñidor de la princesa y lo pasearon por toda la ciudad como un perro indefenso para demostrar que estaba vencido. Finalmente, el caballero le clavó con fuerza la lanza y lo mató definitivamente.
De su sangre, nació un rosal bellísimo, del que cortó la rosa más hermosa para entregársela a la dama.
De aquí nace la tradición de la rosa como presente del día de Sant Jordi.
Para evitar su ira y no tentar su ferocidad, los ciudadanos tenían que llevarle cada día dos ovejas. Pero las ovejas se acabaron y el cruel animal amenazaba con atacar y arrasar toda la población.
Por eso el rey decidió que se le iban a entregar personas.
Mandó que todos los padres diesen a sus hijos, uno por uno, a la fiera, siguiendo un sistema de azar; pero un día, por este sistema, le tocó a la hija del rey.
Este, lleno de pesar, dijo al pueblo que repartiría todos sus bienes si la princesa era dispensada de su muerte segura.
El pueblo no lo quiso, incluso amenazaron con quemar el palacio real, por eso aceptó y libró a su hija a la bestia.
Cuando la princesa ya había hecho gran parte del camino sola, pasó por allí un caballero sobre un gran corcel blanco. Este, viendo a la doncella desconsolada le preguntó qué le pasaba. Ella se lo explicó y, cuando se percató de que el dragón se acercaba hacia donde estaban, el caballero tomó la lanza y se enfrentó con la cruel fiera.
Sant Jordi, que era el caballero, hirió gravemente la bestia, la ató con el ceñidor de la princesa y lo pasearon por toda la ciudad como un perro indefenso para demostrar que estaba vencido. Finalmente, el caballero le clavó con fuerza la lanza y lo mató definitivamente.
De su sangre, nació un rosal bellísimo, del que cortó la rosa más hermosa para entregársela a la dama.
De aquí nace la tradición de la rosa como presente del día de Sant Jordi.
Y ahí está la explicación a por qué la única rosa que tengo es esta.
Yo ya no soy una princesa.
Yo ya no soy una princesa.
1 comentarios:
Nosotras siempre seremos princesas! ( Y también nos cansamos jiji)
Gracias! Un beso enorme <3<3
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